16 ago 2012

Leer: "Las hijas de Hanna", de Marianne Fredriksson

Cada vez que necesito leer un libro se lo pido a mi madre, que es la que sabe de literatura y de lo que me gusta. Así me ahorro bodrios patriarcales y basuras mal escritas y disfruto de novelas de lo más variado. La última recomendación materna es Las hijas de Hanna, de la escritora sueca Marianne Fredriksson. Ayer mismo lo terminé y me encantó, así que aprovecho el blog para recomendarlo. Viene muy a cuento con esto de la maternidad porque es la historia de una saga de mujeres donde embarazos, partos, abortos, violaciones y demás asuntos tienen un papel importante. Los relatos de Hanna, Johanna y Anna nos cuentan sus vidas y, de paso, nos hacen un repaso por la historia de Suecia en el siglo pasado hasta hoy en día. Es una novela interesante, se lee bien y engancha.

Madonna del Parto (s. XVI) Anónimo
Chiesa di San Pietro, Leonessa (Italia)
Como los embarazos son largos y tediosos, qué mejor que un buen libro para que el tiempo pase más rápido. Eso sí, si alguna embarazada por primera vez se anima con esta lectura, aviso que los partos de las protagonistas son del tipo "nunca mais" (no es que sean muy descriptivos, pero tampoco son un festival) así que, si le va a dar yuyu, mejor que espere a parir para ponerse con la novela. Y a las que tenéis bebé/s alrededor y os preguntáis "¿cómo demonios se piensa esta que voy a encontrar tiempo para leer una novela?", os sugiero que pongáis el libro en el único lugar de la casa donde vais a poder encontrar  unos minutos de soledad y descanso: ¡en el baño! 
Al hilo de este post, cuando me puse a buscar una imagen ilustrativa con las palabras clave "mujer embarazada leyendo arte", resulta que no hay prácticamente ninguna! Sólo encontré un cuadro de Vermeer (y la mujer está leyendo una carta), una Anunciación de Leonardo y varias Madonnas del Parto. De estas últimas, la mayoría llevan el libro a cuestas (parece ser que como símbolo del Verbo) y sólo la que incluyo aquí está leyendo (a lo mejor está rezando, pero vamos a pensar que está disfrutando de un novelón feminista).  Mi búsqueda me llevó por sitios web de lo más interesante y uno de ellos es este blog sobre arte y maternidad y que os recomiendo también y que añado a mis favoritos.

17 jun 2012

Con alegría

Henry Ford Hospital (The Flying Bed) Frida Kahlo (1932)
Una buena y sabia amiga que anda pegándose contra un cáncer de mama me contó esta semana que la gente le envía información sobre cómo llevar la enfermedad con alegría y llegó a la conclusión de que debe de ser la única que no disfrutó del embarazo ni del cáncer. Yo no he tenido cáncer, pero no es algo que tenga catalogado en mi mente como una oportunidad de disfrute. Con las mismas, después de dos embarazos, afirmo, con la voz de la experiencia, que tampoco me han resultado momentos de mi vida especialmente placenteros. Sí han sido interesantes, al menos la primera vez, pero de ahí a "disfrutar", hay un trecho. ¿Por qué esta manía de que la gente esté alegre sin venir a cuento? ¿Por que este miedo a oír las verdades sobre cómo nos sentimos?

Preparando una clase sobre ciberfeminismo, leí el trabajo de investigación de una alumna de la Universidad Rovira i Virgili que versaba sobre cuerpo y cibernética y tenía un capítulo muy interesante sobre el miedo a la muerte y cómo el cuerpo y todos sus síntomas debían esconderse para mantener la ilusión de inmortalidad. Los cuerpos posthumanos, decía, son los que no sudan, no envejecen, no enferman, etc... Yo creo que por ahí van los tiros en este caso. Los cuerpos de las mujeres han sido objeto de represión a través de los siglos porque siempre han dejado muy en evidencia que los seres humanos somos, queramos o no, cuerpo y que, igual que nacemos, vamos a morir algún día. Y entre reglas, embarazos, abortos, partos, lactancias y enfermedades de los cuerpos propios y los cuidados de los ajenos (vómitos, pises, cacas, sangres y lágrimas), las mujeres tenemos pocas oportunidades de vivir en la ficción de que lo importante es nuestra mente y sus infinitas posibilidades y de que, si nos esforzamos, casi podemos ser inmortales. Y por eso el patriarcado nos anima a que disimulemos y llevemos con alegría (es decir, quitándoles importancia) todos estos recordatorios .

Piropos

High summer (1928) Tamara de Lempicka



El sistema sanitario me ha regalado los dos piropos más extravagantes que me han caído nunca. Parece ser que el primero es bastante común. Sucedió hace varios años, cuando fui a hacerme mi primer análisis de sangre: "tienes buenas venas", me dijo, aguja en ristre, la enfermera. Por supuesto, me desmayé. El segundo es más reciente y creo que menos habitual. En la primera revisión postparto con mi matrona, me dijo: "tienes un periné envidiable". Nunca pensé que alguien me piropearía así.

26 abr 2012

La reproducción humana

Cerámica moche (Perú, 100 D.C. - 700 D.C.)
En los cuestionarios para valorar tu capacidad emprendedora, una de las preguntas clásicas que aparece es algo así como "¿te gusta crear proyectos y desarrollarlos hasta el final?". El objetivo, imagino, es ver si eres capaz de poner en marcha una empresa y sacarla adelante o si simplemente te gusta lanzar ideas al aire mientras estás tomando unos vinos pero luego, a la hora de la verdad, se quedan en nada porque el machaqueo cotidiano es otro cantar. Yo creo que a quien diseñó el sistema reproductivo humano le pasó algo así. Se puso a trabajar con mucho ahínco para preparar un método divertido (al menos potencialmente) para iniciar el proceso y se le ocurrió lo del sexo. Luego continuó con todo el montaje de la concepción, los óvulos, los espermatozoides, el embrión y su desarrollo para que, de un par de células, pudiese salir un ser humano nuevo. Y todo esto dentro de otro cuerpo que sería capaz de proveer al feto de todo lo necesario sin morir en el intento e, incluso, con alegría. Vamos, lo que se dice un milagro, porque ciertamente lo parece.

Pero justo cuando iba a rematar este proyecto genial con un fantástico ingenio para el nacimiento, se ve que sonó el timbre de casa y, por el telefonillo, llegó un "¡Baja, que nos vamos a una terraza a picar algo con unas cañas!". Ante semejante tentación, en lugar de echar las horitas que faltaban en cerrar la ideaza con un broche de oro, optó por escarabijar cualquier cosilla en el papel del tipo: "Y entonces empiezan las contracciones para la dilatación del cuello del útero y el bebé sale por la vagina. Y para que no se nos espachurre, le hacemos un par de agujeritos que llamaremos 'fontanelas' en el cráneo. Y todo es muy bonito porque es la culminación de este maravilloso proceso que es la creación de nueva vida". ¡Y hala! ¡Todo el mundo a pensar que es fantástico y perfecto y tan felices! Tan felices todos excepto las madres que tienen que tragarse el momentazo y, seguramente, los bebés que, afortunadamente, no recuerdan la experiencia.

1 abr 2012

La barriga

Egon Schiele, Desnudo rojo, mujer embarazada (1910)
Es curioso ver cómo los cambios en la forma corporal a lo largo del embarazo llevan aparejado un cambio social. Los primeros meses, cuando no se te nota la barriga pero te crecen las tetas a lo Pamela Anderson, sobre todo si antes no las tenías, te conviertes en blanco de piropos de obra de lo más rudimentario. El escote, para mí ese gran desconocido, pasó a ser un punto central del cuerpo, especialmente al tratar con hombres heterosexuales: en el banco, en la tienda de electricidad, en la carnicería, en el bar... de pronto notaba que no me estaban mirando precisamente a los ojos. Unos meses más tarde, sin embargo, cuando la panza se hace ya evidente y no parece que tienes unos kilos de más sino que estás embarazada sí o sí, cualquier carácter sexual que hubieras podido tener con anterioridad, desaparece. Está claro que "maternidad-sexualidad", paradójicamente, son términos contrarios, contradictorios e irreconciliables en este mundo nuestro. Y digo paradójicamente porque, excepto para las mujeres que han tenido ayuda humana (inseminación artificial, etc.) o divina (la Virgen María), cuando hay un embarazo, es más que probable que haya habido sexo de por medio.

Tener una barriga desmesurada tiene un efecto inmediato en la percepción del resto del mundo sobre ti que, a menudo, se traduce en "venid y habladme". Muchísima gente te suelta algún comentario, te pregunta por tu vida y, lo más habitual, aprovecha para contarte la suya. Las colas (en el centro de salud, en el supermercado, en el cajero) son el lugar ideal para el asalto. Empezando con un "¡Uy, cómo estás ya!" y tras una breve encuesta de datos básicos ("¿niño o niña?", esta es impepinable-, "¿para cuándo?", "¿es el primero?"), lo siguiente es conocer la vida y milagros de la otra persona, desde el parto (y da igual que tu interlocutor/a sea una mujer o un hombre) hasta esa misma mañana. Reconozco que no me molesta especialmente esta faceta del embarazo, porque la gente suele ser amable y a mí me gusta charlar y enterarme de las cosas que les pasan, pero me hace gracia y me llama la atención.

Otras personas no se atreven a hablarte, pero con mirarte lo dicen todo. Y, en este grupo, hay dos tipos de miradas que observo constantemente: la de complicidad y reconocimiento que te dirigen otras embarazadas o madres recientes con carritos ("Eh, estamos en el mismo barco, pertenecemos al mismo club") y la mezcla de curiosidad y sorpresa de los señores mayores (no tengo claro si se debe a una reflexión sobre el paso de la vida o a que les resulta alucinante que, ahora, las mujeres andemos por ahí luciendo barriga tan campantes en lugar de esconderla bajo modelitos con lazos más adecuados para vestir una mesa camilla. O a lo mejor es que lo miran todo así, ¡vaya usted a saber!).

En todo caso, ir por ahí con un bombo descomunal, no es lo mismo que ir por ahí sin él.

23 mar 2012

El embarazo no es una enfermedad

Vale, no lo es, ¡sólo faltaba! Pero tampoco es un estado "normal" de las mujeres, por mucho que nos digan. Entre medicalizarnos y fiscalizarnos durante estos nueve meses o hacernos creer que aquí no pasa nada, tiene que haber un término medio. Porque es cierto que enfermas no estamos (al menos, las que llevamos una preñez sin complicaciones) y no hay que tratarnos como tales. Pero sí puede pasar que nos sintamos como si lo estuviéramos, y eso debemos tenerlo en cuenta.
Sir John Everett Millais, Mariana, 1851

Durante el primer trimestre llegan náuseas, mareos, vómitos y una sensación de resaca constante que te impide comer, sumada a alteraciones del sueño ("por la noche no duermo y de día me caigo por las esquinas"). Esto deja a cualquiera, con embarazo o sin él, con un mal cuerpo de mucho cuidado. Si una persona se sintiera así durante sólo dos semanas seguidas (algunas durante menos tiempo), iría de cabeza al médico a ver qué demonios pasa y, seguramente, esperaría algo más que "es normal, no te preocupes, probablemente dentro de tres meses te encuentres mejor".

El segundo trimestre te da un respiro (cortito, si es el segundo embarazo) y después llega la estupenda recta final, al sexto mes, con sus maravillosos dolores de espalda, la incomodidad para dormir, las piernas hinchadas, la acidez, el estreñimiento, las hemorroides, el peso constante y creciente, el tamaño brutal de la panza, los picores de piel, la fatiga... ¿Cómo era eso del "estado de gracia"? ¿Qué es eso de "qué guapas se ponen las embarazadas"?

Sin embargo, lo peor no es el festival sintomático, sino que se supone que tienes que llevarlo con alegría y salero y seguir con tu vida como si no pasara nada. Pero sí que pasa. Si es el primer bebé, tienes que aprender y preparar un montón de cosas (y encima aguantar comentarios como "antes los bebés se criaban sin nada, las madres modernas estáis locas, que compráis chorradas innecesarias". A esta gente la quería ver yo hacer la maleta para pasar un mes en Estados Unidos o preparar la mochila para ir de camping dos semanas, a ver si llevaban chorradas o no. ¡Que estamos aprendiendo, joder!). Además, no sabes lo que te espera, así que no puedes hacer planes y no te queda otra que esperar con más o menos paciencia y más o menos terror el parto (¡guau!) y lo que viene después (¡triple guau!). Si es el segundo bebé, todo esto es menos terrible porque ya sabes mucho pero, a cambio, tienes que sobrellevar el bonito embarazo mientras cuidas de una criatura con una energía vital que te deja literalmente destruida al final del día (todo lo que te digan es poco, nunca creí que una se pudiera llegar a agotar tanto).

Como todo esto lo tienes que hacer sin quejarte, "porque no estás enferma, sino en un estado 'natural' de la mujer que, además, has elegido tú", tienes que seguir con tu agenda cotidiana como si nada, trabajando y haciendo lo mismo de siempre sin que se note el machaque o el tiempo que hay que escaquear de no se sabe dónde para poder meter preparativos, visitas al hospital, descanso, clases preparto (y cuidado de bebé número uno, si lo hubiera). Y si no eres capaz de hacerlo, la culpa es tuya (¡ay, la culpa! Se merece post aparte). Además, ojito, que si encima te quejas, estás reafirmando la idea de que las mujeres somos unas débiles y de que las embarazadas rendimos menos, demostrando así que la maternidad es un lastre para el mundo. Y, en definitiva (aquí el patriarcado, que no nos pasa una, ataca de nuevo), esto te pasa porque unas radicales protestaron en su día para que las mujeres tuviéramos derecho a salir al ámbito de lo público, con igualdad de derechos y deberes, cosa a la que el patriarcado accedió graciosamente. Y nosotras, que no sabemos lo que queremos, nos pusimos muy contentas sin darnos cuenta de lo bien que estábamos antes, metiditas en nuestras casas, mantenidas y dedicadas a mirarnos el ombligo y cuidar a nuestros bebés sin ninguna otra preocupación.

No creo que sea necesario que lo diga pero, por si acaso, estas últimas frases las escribo con ironía. Espero que nadie piense que antes estábamos mejor. De todos modos, en cuanto tenga otro ratito para seguir con el blog, lo explicaré con más detalle, no vaya a ser que no quede bien clarito.


17 feb 2012

De la importancia del contacto físico o "De cómo tirar el dinero y perder el tiempo"

Jessie Willcox Smith, "Sweet and low" (Juvenile Nursery Rhymes)
Esta semana empecé las clases de preparación al parto. Como la otra vez piré muchas, algunas de las charlas me pillan de nuevas, entre ellas la de esta semana pasada, en la que nos pusieron unos DVDs sobre la importancia del contacto físico con el bebé. En uno de los videos salían un montón de "mamás" (odio esto de "las mamás") rebozando en aceite a sus respectivos bebés, porque la moraleja de todo el asunto es que hay que darles masajes a los bebés, que los relaja mucho y, sobre todo, "permite crear un vínculo maravilloso". Para convencernos de esto, aparecían también sesudos científicos que se habían dedicado a desarrollar proyectos muy serios con monos varios que demostraban que los animalitos que tenían contacto físico con su madre eran más felices, más hábiles y más sanos que los que se habían criado solos en una jaula. Con todo esto, aderezado con porcentajes y cifras, concluían que "recientes descubrimientos avalaban la importancia del contacto personal". A mi me da la risa, por no llorar, pensar en la de dinero, tiempo y neuronas que se habrán gastado en "descubrir" una cosa tan boba y tan evidente. Con que hubieran preguntado a las mujeres del mundo habría sido suficiente, porque sabemos desde hace siglos que tocar, acariciar y masuñar es fundamental y beneficioso para la salud física y mental. Y lo sabemos porque llevamos siglos dedicadas a cuidar a la gente (bebés y todo lo demás) y a los animales. Pero claro, para eso habría antes que darle valor a la experiencia y la voz de las mujeres. Así que, mientras tanto, el patriarcado sigue ahí, gastando millonadas en volver a inventar la rueda.

2 ene 2012

Teta sí, teta no

Autorretrato (2004) Catherine Opie
El "asunto teta" es un clásico en las conversaciones de madres. Parece mentira que una cosa, en principio, poco problemática, sea un follón de tal calibre. Digo poco problemática porque el planteamiento debería de ser el siguiente: ¿Teta sí? Pues ánimo y al toro, que para muchas mujeres no es tarea fácil conseguir que sus bebés se agarren sin arrancarles el pezón y que luego se alimenten bien, pero es verdad que se puede hacer y que a algunas personas les funciona y les encanta. ¿Teta no? Pues también muy bien, porque en el mundo occidental tenemos leches de fórmula para dar y tomar, así que sólo es necesario preparar la cartera y el biberón.

Lo que está claro es que la decisión es personal e intransferible, igual que las susodichas tetas involucradas en el asunto. También está claro que los bebés se crían estupendamente de las dos formas y quieren o dejan de querer a sus madres igualmente, hayan comido lo que hayan comido en su etapa de lactantes.

Sin embargo, en la vida real, la forma de alimentar a los bebés no se plantea en estos términos. Existe una presión brutal sobre las madres para que "opten" por la teta. Desde las revistas sobre embarazos y bebés (que merecen una entrada aparte), pasando por el personal sanitario (donde, afortunadamente, hay de todo), hasta cualquier persona que te cruces por la calle. Y no me resisto a reproducir un tipo de conversación de lo más habitual cuando vas por ahí con un bebé a cuestas:

- "¡Qué bebé más mono! ¿Lo estás criando tú?" (traducción simultánea, porque la primera vez que a mí me dijeron tal cosa, no entendí la pregunta: "¿Le das teta?")

Opción A:
- "Pues sí".
- "Ah, muy bien, eso es lo mejor".

Opción B:
- "Pues no".
- "Anda, ¿y entonces?" (traducción simultánea: "Explícate, que si no lo haces por un problema de salud, es una pena pero lo acepto. En cambio, si no lo haces porque no te da la gana, te voy a contar las terribles repercusiones para el bebé, para ti y para vuestra futura relación familiar")

Escapar a la presión es imposible. En todo caso, se puede llevar con más o menos salero, pero vale más estar preparada para admitir que, durante los primeros meses del bebé, el uso de las propias tetas como fuente de alimentación se va a convertir en un tema de debate público. La única salida que se me ocurre es buscar un grupo de amigas y/o madres con tres dedos de frente que te sirvan de apoyo a la hora de elegir libremente si quieres dar teta o no darla y que no te juzguen, decidas lo que decidas.

1 ene 2012

Vacaciones de madre

Joven decadente (1899) Ramón Cases i Carbo, Museo de Montserrat
Paradójicamente, para empezar este blog sobre esto de la maternidad necesité que padre e hijo se fueran a casa de los abuelos durante un par de semanas. Si no, hubiera sido imposible encontrar el tiempo y la energía para hacer una cosa aparentemente tan sencilla como esta.

Ya nos dijo Virginia Woolf en 1929 que las mujeres necesitábamos una habitación propia (con pestillo por dentro, especificaba ella). Está claro que las madres deberíamos aplicarnos el cuento y programar en nuestras agendas (en las de toda la familia) unos días de vacaciones para estar solas y tranquilas.

¡Qué placer levantarte por la mañana y tener que pensar sólo en ti! Poder organizarte el día a tu manera,  comer cuando te da la gana, salir de casa sólo con el bolso, subir y bajar escalones sin darte cuenta, caminar ligera, tener todas las horas del día para hacer con ellas lo que te de la santa gana... son cosas maravillosas que antes de reproducirte dabas por sentadas y ahora parecen de ciencia ficción. Yo creo que son fundamentales y hay que encontrar un modo de disfrutarlas regularmente, por nuestra salud física y mental.