26 abr 2012

La reproducción humana

Cerámica moche (Perú, 100 D.C. - 700 D.C.)
En los cuestionarios para valorar tu capacidad emprendedora, una de las preguntas clásicas que aparece es algo así como "¿te gusta crear proyectos y desarrollarlos hasta el final?". El objetivo, imagino, es ver si eres capaz de poner en marcha una empresa y sacarla adelante o si simplemente te gusta lanzar ideas al aire mientras estás tomando unos vinos pero luego, a la hora de la verdad, se quedan en nada porque el machaqueo cotidiano es otro cantar. Yo creo que a quien diseñó el sistema reproductivo humano le pasó algo así. Se puso a trabajar con mucho ahínco para preparar un método divertido (al menos potencialmente) para iniciar el proceso y se le ocurrió lo del sexo. Luego continuó con todo el montaje de la concepción, los óvulos, los espermatozoides, el embrión y su desarrollo para que, de un par de células, pudiese salir un ser humano nuevo. Y todo esto dentro de otro cuerpo que sería capaz de proveer al feto de todo lo necesario sin morir en el intento e, incluso, con alegría. Vamos, lo que se dice un milagro, porque ciertamente lo parece.

Pero justo cuando iba a rematar este proyecto genial con un fantástico ingenio para el nacimiento, se ve que sonó el timbre de casa y, por el telefonillo, llegó un "¡Baja, que nos vamos a una terraza a picar algo con unas cañas!". Ante semejante tentación, en lugar de echar las horitas que faltaban en cerrar la ideaza con un broche de oro, optó por escarabijar cualquier cosilla en el papel del tipo: "Y entonces empiezan las contracciones para la dilatación del cuello del útero y el bebé sale por la vagina. Y para que no se nos espachurre, le hacemos un par de agujeritos que llamaremos 'fontanelas' en el cráneo. Y todo es muy bonito porque es la culminación de este maravilloso proceso que es la creación de nueva vida". ¡Y hala! ¡Todo el mundo a pensar que es fantástico y perfecto y tan felices! Tan felices todos excepto las madres que tienen que tragarse el momentazo y, seguramente, los bebés que, afortunadamente, no recuerdan la experiencia.

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