17 jun 2012

Con alegría

Henry Ford Hospital (The Flying Bed) Frida Kahlo (1932)
Una buena y sabia amiga que anda pegándose contra un cáncer de mama me contó esta semana que la gente le envía información sobre cómo llevar la enfermedad con alegría y llegó a la conclusión de que debe de ser la única que no disfrutó del embarazo ni del cáncer. Yo no he tenido cáncer, pero no es algo que tenga catalogado en mi mente como una oportunidad de disfrute. Con las mismas, después de dos embarazos, afirmo, con la voz de la experiencia, que tampoco me han resultado momentos de mi vida especialmente placenteros. Sí han sido interesantes, al menos la primera vez, pero de ahí a "disfrutar", hay un trecho. ¿Por qué esta manía de que la gente esté alegre sin venir a cuento? ¿Por que este miedo a oír las verdades sobre cómo nos sentimos?

Preparando una clase sobre ciberfeminismo, leí el trabajo de investigación de una alumna de la Universidad Rovira i Virgili que versaba sobre cuerpo y cibernética y tenía un capítulo muy interesante sobre el miedo a la muerte y cómo el cuerpo y todos sus síntomas debían esconderse para mantener la ilusión de inmortalidad. Los cuerpos posthumanos, decía, son los que no sudan, no envejecen, no enferman, etc... Yo creo que por ahí van los tiros en este caso. Los cuerpos de las mujeres han sido objeto de represión a través de los siglos porque siempre han dejado muy en evidencia que los seres humanos somos, queramos o no, cuerpo y que, igual que nacemos, vamos a morir algún día. Y entre reglas, embarazos, abortos, partos, lactancias y enfermedades de los cuerpos propios y los cuidados de los ajenos (vómitos, pises, cacas, sangres y lágrimas), las mujeres tenemos pocas oportunidades de vivir en la ficción de que lo importante es nuestra mente y sus infinitas posibilidades y de que, si nos esforzamos, casi podemos ser inmortales. Y por eso el patriarcado nos anima a que disimulemos y llevemos con alegría (es decir, quitándoles importancia) todos estos recordatorios .

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