31 dic 2014

Seguimos a vueltas con el aborto

Barbara Kruger (1989)
El diario asturiano La Nueva España publica hoy una noticia sobre los datos de abortos (legales) practicados en España en 2013. De nuevo hay un descenso en el número (3,2% menos) y este año presenta la cifra más baja de los últimos siete. Además, bajan también los abortos en mujeres menores de 30 años. Con estos números, ACAI, la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo, puede afirmar con contundencia que la actual legislación no produce un aumento en el número de abortos voluntarios, como auguraban los sectores más recalcitrantes, y que poner más restricciones legales no es la forma de solucionar el problema.

Hasta aquí todo bien y conocido. Poco hay que añadir a unas cifras que confirman lo que ya sabemos quienes consideramos que las mujeres deben (debemos) tener derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y, en consecuencia, sobre nuestra maternidad. Pero no puedo dejar de criticar la forma, el estilo, la ideología absolutamente patriarcal que deja traslucir (y más que traslucir) el citado texto a la hora de exponer el tema. Todavía ayer escribía yo un post sobre cómo no son los datos estadísticos los que sostienen la desigualdad de género sino las creencias, lo que explica porqué las argumentaciones numéricas no son una estrategia muy efectiva (aunque sí necesaria) para los feminismos. La redacción de Eduardo García en La Nueva España es un ejemplo claro.

Plagada de advertencias y valoraciones negativas, ya el titular nos avisa de que, aunque “bajan los abortos en España”, en Asturias estamos aún “dos puntos por encima de la media”. Y se enfatiza en un breve texto destacado: “Sin datos absolutos, Asturias genera casi un 2% del total de abortos en el país, unos dos mil”. Ojo, asturianas, que se os va la mano con vuestros derechos… Porque no dudéis de que la “culpa” es de las mujeres que deciden abortar y, por si no quedase bien claro, el subtítulo especifica que “El 54% de las mujeres que abortan lo hace sin motivo económico o laboral”. Es decir, lo hacen porque les da la gana. Con el agravante de que el 63% de las mujeres que abortan son de nacionalidad española. Vamos, que son “nuestras mujeres” las que abortan. Y lo hacen porque, como bien dice Blanca Cañedo-Argüelles, Gerente de Clínicas Belladona y vocal asturiana de ACAI, “no quieren tener el hijo porque consideran que no es el momento, porque ser madres no es una obligación”. Y se acabaron las explicaciones.


Esta pública demostración del libre albedrío femenino supone un escándalo tal que es necesario, directamente, poner en duda los resultados que muestran estos datos: “Las estadísticas parecen demostrar que la ley de plazos promovida en su día por el Gobierno de Rodríguez Zapatero no provoca un aumento del número de abortos”. ¿A qué se refiere exactamente este señor con lo de “parecen demostrar”? ¿No cree que un descenso del 3,2% sea un dato lo suficientemente claro e incontestable? No se nos dan más explicaciones, pero ahí queda la sombra de la duda. Y, por si acaso, imagino que en aras de la objetividad y calidad periodísticas y para mostrar diversos puntos de vista en torno al mismo tema (léase irónicamente), el texto termina con las palabras del presidente del Foro Español de la Familia: “el problema del aborto sigue siendo gravísimo porque sigue habiendo un número de casos que son de escándalo”. En efecto, eso ya lo sabemos las feministas, por eso reclamamos, junto a un sinnúmero de otras cosas encaminadas también a resolver el problema, nuestro derecho al aborto libre y gratuito.

8 dic 2014

Recomendación literaria: "La mujer helada" (1981), de Annie Ernaux

Mary Cassat, "Young Mother in the Park"

Dentro del libro Maternidad y creación: lecturas esenciales (2007), editado por Moyra Davey y publicado en Alba Editorial, se encuentra este texto de 1981, "La mujer helada", de la autora francesa Annie Ernaux.

Es un relato brillante de los primeros años de la crianza, de ese estar atrapada, "esperando a que crezca", sin tiempo propio ni espacio propio. 


"Marcha de tanque para las faenas: todo a galope tendido para que quedara una hora libre al final de la mañana, vana ilusión a menudo, en todo caso para llegar al gran agujero del día, al tiempo personal finalmente recobrado, aunque siempre amenazado: la siesta de mi hijo.
Durante dos años, en la flor de la edad, toda la libertad de mi vida de entonces se resume en el suspense del sueño de un niño por la tarde. Primero estar pendiente, luego la respiración regular, el silencio. ¿Duerme?, ¿por qué no duerme hoy?, la irritabilidad. Ya está, por fin, el sobresalto de un tiempo frágil envenenado por el temor de un despertar prematuro, un claxon de coche, el timbre, una conversación en la escalera, quisiera envolver en algodón el universo alrededor de la cama".

Una descripción extremadamente aguda de ese tiempo circular en el que vivimos las mujeres y del proceso de domesticación (en todo el sentido de la palabra) que conlleva la etapa de cuidado de un bebé.

Yo sólo conocí un tiempo uniformemente repleto de ocupaciones heteróclitas. Clasificar la ropa para la lavandería, un botón que coser en la camisa, cita con el pediatra, no queda azúcar. El inventario, eso que jamás ha emocionado ni hecho reír a nadie. Sísifo subiendo su roca una y otra vez, qué bella imagen, un hombre en una montaña que se recorta contra el cielo; una mujer en la cocina vertiendo trescientas sesenta y cinco veces al año aceite en una sartén, ni bello ni absurdo, simplemente la vida, querida. Lo que pasa es que no te sabes organizar.

Tal vez, seguramente, no nos indentifiquemos con absolutamente toda la vivencia de la protagonista, pero sí nos reconoceremos en muchas cosas. Merece la pena leer este texto por el placer de reconocernos, de leernos a nosotras mismas.